Te pasaste la vida entera tratando de vernos las tetas, mirando a contraluz nuestra blusa en el colegio, mirando por el cerrojo de la puerta del camarín de chicas; pidiendo escotes a gritos, rezando por la moda de las transparencias; celebrando con locura el Whatsapp de tu liga de fútbol.
Te has pasado años poniéndoles nombres, una vida entera clasificando tetas y deseando tocarlas; las manoseas en mujeres un poco borrachas, las indicas desde lejos en la playa, vitoreas las poleras mojadas y te preguntas si se te va a parar la pichula en una playa nudista.
Pero hoy, que salen las tetas a marchar, sin pedirte permiso, hoy que se te entregan coronadas por una capucha carmesí, revolucionaria, combativa y poética; entonces ya no te gustan, de pronto ya no quieres verlas.
¡Las encapuchadas de la marcha te cagaron el fetiche, machito! Te pusieron las tetas en los diarios y las sacaron de la web porno -que visitas a solas y con la mano engrasada- para tomarse los noticieros, lamento cagarte la fiesta, pero las tetas son nuestras y las sacamos al aire cuando queremos.
Sólo les gustan las tetas cuando se ponen a disposición de su placer. Si no, es innecesario, es vulgar, es incorrecto. No les gusta verlas amamantando, no les gusta verlas marchando. No les gustan las tetas si no están listas y dispuestas para sus pajas.
Bernardita Ruffinelli
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